Una noche de mayo de 1816, a orillas del lago Leman, tuvo lugar una improvisada velada literaria cuya importancia para la literatura universal ninguno de los asistentes pudo adivinar. El poeta P. B. Shelley , su mujer, Mary Shelley, Lord Byron y su médico J. W. Polidori se reunieron para contar historias de fantasmas. Tras el relato de varias historias surgió la propuesta de que cada uno de ellos escribiera una historia de terror. P. B. Shelley no acabó su historia nunca. Lord Byron tampoco. Sin embargo, los otros dos protagonistas de la tertulia nocturna terminaron por dar forma a dos historias que marcarían el comienzo de dos de los géneros de ficción más populares hasta nuestros días. En efecto, Mary Shelley escribió Frankenstein, que puede considerarse la primera novela de ciencia-ficción; por otra parte, Polidori escribió El vampiro, que inicia una interminable lista de obras centradas en vampiros.
Comienza Frankenstein con el intercambio de unas cartas entre Walton, un explorador inglés que está en medio del Ártico intentando encontrar una vía navegable por el Polo Norte, y su hermana, que aguarda noticias de él en Inglaterra. Ya en las primeras páginas Walton relata a su hermana en una de las cartas un suceso extraordinario: ha visto en la lejanía cómo un trineo conducido por un ser gigantesco atravesaba un desierto de hielo; y pocos días después se ha acercado al barco otro trineo, esta vez conducido por un hombre desesperado que pregunta a la tripulación si han visto un trineo con un monstruo. El hombre enloquecido resulta ser Víktor Frankenstein, un científico suizo. Este, una vez a bordo, empieza a relatarle a Walton su propia vida y cómo dio en atreverse a la más sacrílega de las invenciones.
¿Quién es el ser gigantesco que recorre el mar de hielo? ¿Por qué persigue el joven científico Frankenstein a ese ser de forma desesperada? Interesante comienzo en un lugar inhóspito.
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